Soy un video-aficionado nato. Creo de verdad, en que un fragmento bien escogido de la vida de cualquiera, tiene tanta importancia como un recuerdo. Es mas, una vez que empiezas a grabar tus viajes y tu vida cotidiana, dejas te tener la misma percepción de la realidad.
La mayoría de tus recuerdos quedan fijados a través del visor, ya estuvieras grabando, o no. Es muy simple, el mero hecho de esforzarte para elegir un encuadre, hace que el cerebro dé mas valor a ese recuerdo del que se le daría normalmente. Como elegir un determinado encuadre en una situación concreta es subjetivar más aún la propia situación, podríamos decir que los recuerdos son doblemente subjetivos, doblemente manipulables y doblemente reducidos.
Esto se me antoja como un dilema terrible al que tengo que enfrentarme cada vez edito un video. Yo tengo dos formas de afrontar la edición de vídeos. La primera, es la de la distancia. La distancia respecto al tiempo que ha pasado desde que grabaste los brutos.
Si ha pasado mucho tiempo, pierdes la percepción de la intimidad o las relaciones que se vivían en ese momento. Pierdes la oportunidad de narrar fielmente lo sucedido. Pero ganas seguridad, ya que a la hora de descartar imágenes; con el tiempo, es mas fácil hacer un montaje entretenido. En este tipo de montajes acabo casi siempre descartando imágenes por todas partes, y el resultado son vídeos cortos y entretenidos que puedo enseñar a cualquiera sin que se aburra. Pero es mas una crónica, que un recuerdo.
Hace dos años que procuro editar los vídeos personales lo más rápido posible. Muchas veces quedan mas chapuceros, pero son mas auténticos. Y he aquí mi dilema. Ya no como video-aficionado, sino como ser con memoria. Me he dado cuenta de que los recuerdos almacenados en el cerebro de una manera tradicional, son mas volubles que los que grabas en una cámara. Y que al grabar toda tu vida, puedes restarle autenticidad. Elegimos involuntariamente qué recordar y como recordarlo. Pero el video-aficionado autentico, el que aunque no tenga cámara coge el móvil, controla en mayor medida sus propios recuerdos y percepciones. Y los cambia. Y pierde ese... limbo que es la memoria, esa nebulosa que gracias al tiempo decide por ti.
Hoy he pasado 5 horas reorganizando mis discos duros, borrando por aquí y por allí. He borrado mas o menos 1081 Gigas de recuerdos brutos. Ahora solo quedan los montajes como único testimonio; cuando ya todos estemos muertos y nuestra memoria extinta, de lo que fue. Es como borrar las tomas que no sirven en la película... pero que son buenas. Y me pregunto: existe ese limbo de las tomas que no se utilizaron. O todos esos recuerdos brutos que hoy han desaparecido en la papelera se perderán en el tiempo como lagrimas en la lluvia. No lo sé. Es hora de... dormir.