miércoles, 30 de marzo de 2011

De cuando tuve mi revelación numero 21

Comúnmente se llama: comenzar una nueva etapa, pero supongo que el termino "etapa" es muy tajante. Implica una resolución férrea, y en eso no soy muy constante.

Existen un montón de formas de tener una revelación. Hay gente que ordena su casa, otros comienzan un régimen, otros planifican cosas como viajes, visitas culturales, compras de navidad y demás cosas normales. Eso no es mas que perder el tiempo. La casa siempre se desordena, en los países a los que queremos ir siempre hay un nuevo atentado y lo de adelgazar ya ni hablamos. 
Yo creo todas estas cosas están de más, es como ejecutar una desfragmentación de disco, pierdes un montón de tiempo haciéndolo y nada cambia excepto tu humor.

Sin embargo hay veces, unas pocas veces, en las que  el mundo se revela ante ti con total claridad. Y es en ese preciso momento cuando somos conscientes de quienes somos, donde lo somos y en que preciso momento lo somos. Eso es lo que se llama una revelación, y en su nombre se han cometido actos de barbarie absoluta.

Mi revelación Nº21:

He tenido muchas revelaciones en mi vida, 21 hasta ahora. Algunas mas importantes que otras, pero todas han marcado un antes y un después en la historia, mi historia.
La primera revelación que recuerdo como revelación en sí misma me sobrevino entre los 5 y los 8 años. En algún momento de esos tres años, tome consciencia de mi mismo, evalué la situación fríamente y pronuncié una primera conclusión sobre el universo.
Corría el año 95, 96 o 97, y yo me encontraba jugando en una pequeña parcela que tenía mi abuela en algún sitio entre Santoña y Escalante. Lo llamábamos "La Huerta" aunque nunca plantamos nada que se pudiera comer... algún pino de vez en cuando tras una barbacoa importante (hay que hacer espacio) pero nunca dio frutos.

Creo que era esa confusa época del verano en la que mi padre trabajaba y nosotros teníamos que ir a la playa con mi madre, a la Huerta con mi madre, a la playa otra vez, con mi madre y los domingos a misa con mi abuela. Julio me parece que era. 
No es que odiara estar con mi madre, pero era mi padre el que llagaba a casa con naves de La Guerra de las Galaxias un jueves, y mi madre la que me obligaba a  terminar todas las mañanas de verano las dos caras de mi cuaderno de ortografía. Ya ves, para lo que ha servido. Sin embargo, todavía conservo cada una de las naves de juguete.
Resulta que ese año, coincidió que la ETB2, ponía un ciclo de James Bond completo. Todos los domingos por la noche pondrían una película. Así que me propuse verlas todas, ya que en ese momento, James Bond era para mí, el alfa y el omega del cine. 
El destino quiso que ese año se celebrara el mundial de fútbol del 89 en el que ganó Francia. Resulta que coincidían casi siempre los horarios, y ahí estaba yo, con 9 años viendo fútbol con mi abuelo (que tenía una pierna de aluminio) en vez de salvar el mundo de las manos de cualquier villano.

La huerta era una basta extensión de arboles, césped, insectos monstruosos y pequeñas cagaditas de niño bajo los muros de piedra centenarios, eternos, imperecederos. Ahora hay una urbanización.
Eramos tres aquella tarde, Mi hermano 3 años menor, mi prima 4 años menor y yo, que estaba en mi tierna edad de cinco, seis, siete u ocho años (edad proporcionalmente variable para los demás personajes) Así que mi madre, y mi tío se sientan en sus sillas de adultos, y nos miran como miran los adultos a los niños, y nos explican como debemos divertirnos. Nos explican que podemos jugar a ferrocarriles o alguna cosa así, y lo que se les ocurre es encajarnos a cada uno de nosotros en los agujeros de una escalera de teníamos para espantar las ardillas voladoras que con frecuencia se encaramaban a los arboles. Me dice a mí, que soy el mayor: "Tu te encargas de conducir el tren, y los demás te seguirán"
Los adultos pueden ser crueles con los niños, y ahí estábamos los tres, haciendo: "chucu, chucu, chucu" y silbando de vez en cuando. Fue entonces, mientras mi madre y mi tío reían sin parar, cuando tuve mi revelación. la revelación que me llevó a mi primer acto de rebeldía justificada. Solté la escalera, mis compañeros cayeron al suelo sin energías agotados de la risa, y permanecí callado unos segundos reflexionando sobre el universo. Inmediatamente después grité en voz alta (la ultima vez que grité en voz baja tuve otitis). Grite: ¡¡MENUDA MIERDA DE JUEGO!! Y el universo se posó ante mí, y aunque provoqué un ataque de risa en todos los presentes, yo supe que desde ese momento, nada volvería a ser lo mismo.

Eso fue una revelación. Hoy he mirado un árbol, he visto que ese árbol tenía ramas, que de esas ramas salían otras mas pequeñas, y de esas ramitas salían otras mas finas, y como está empezando la primavera, he visto una hojita verde, muy tierna. De el tipo de hojas que te comerías en un restaurante asiático, y he pensado: Hoy voy a comenzar a escribir un blog.

No hay comentarios:

Publicar un comentario