jueves, 15 de septiembre de 2011

Tengo un sueño nuevo:

El mundo se ve al borde de la perdición una vez mas.

Poco a poco mis amigos y esa gente que confecciona ese fondo desconocido que me rodea va enajenándose. Ya no parece que nadie sienta empatía por nadie y nadie ayuda a nadie. Pero todos están compinchados y todos forman ahora parte de un solo ente.

2011: AHORA

Posiblemente sea el último hombre libre y autentico del planeta tierra. Todos los demás han sido poseídos por una raza de parásitos alienígenas.
Estoy solo, pero no tengo tiempo de pensar en ello ya que debo encontrar la forma de liberar a la humanidad de la esclavitud. Camino oculto entre las sombras y de azotea en azotea buscando una explicación estética a mi actual situación. Soy un extraño en mi propia casa. Contemplo la fría noche y las estrellas se ríen de mí. Entre dientes refunfuño: Es toda una experiencia vivir con miedo.

De pronto sé que debo hacer. Mi plan es infiltrarme en su cuartel general y destruir al cabecilla malvado. Siempre hay uno. Solo hay que acabar con él y todo lo demás se desmoronará como un castillo de naipes.
Así que ahí estoy yo, trepando por la fortaleza, armado con un fusil submarino con un fino arpón capaz de atravesar la carne de cualquier humano. Por que al fin y al cabo, debía sacrificar a alguien para salvar a la humanidad. Para salvarme a mí mismo. Podría ser cualquiera, podría ser un niño. Lo único bueno que habían traído los seres era la destrucción de nuestra escala social. Un cuerpo de niño daba ordenes a un anciano o alguien con harapos de indigente mandaba sobre el que podría haber sido presidente.

No importaba, estaba seguro. Llegado el momento no dudaría en disparar y acabar con aquel engendro alienígena.

Salto dentro del pasillo central y peleo con dos guardias que mueren enseguida. Recargo mi fusil con el arpón que arranco del pecho ensangrentado de un chico de 15 años. Estoy listo para la batalla final y sin dudarlo golpeo la puerta del parlamento y de una patada se abren las dos puertas. Ese soy yo, con los nudillos ensangrentados y los ojos negros de la muerte brillando insondables en la oscuridad de mi corazón.

Miro a mi alrededor, son cientos los que se amontonan con los ojos muy abiertos mirándome a mí. Observándome sin temor, al unísono, todos a mí. Es entonces cuando una extraña sensación penetra en mi mente como un rayo azul. EXISTO.

Alzo mi fusil con decisión, esto debe de acabar cuanto antes. Doy un paso al frente y reconozco al líder. Mi corazón se para. Es ella.
Aprieto la culata contra mi pecho desesperado. Veo sus ojos mirándome tan fuerte que mis músculos se derriten y sueltan el fusil que cae al suelo haciendo un ruido espantoso. Esos ojos que antes ocultaban el misterio de la existencia ahora están inertes y pertenecen a otro ser. Ya no me miran de la misma forma. Y mi corazón se rompe.

Caigo de rodillas en el centro de la sala bajo la atenta mirada de los alienígenas. El último desquiciado humano capitulando en la sala del trono.

Un hombre rechoncho y con uniforme medico se acerca a mí y yo comienzo a llorar en sus brazos como un descosido sin esperanza. Me lleva hacia un pasillo. Posiblemente planee injertarme un huésped de otro mundo y convertirme en un esclavo mas. Pero ya no me importa. En mi cerebro quedarán grabados aquellos ojos grises. En mi corazón quedarán los otros ojos, los en su momento, me miraron.

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